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Lautaro, cuyo nombre en mapudungun es Leftraru —“gavilán veloz”—, representa una de las figuras más emblemáticas y complejas de la resistencia indígena en América Latina. Nacido hacia 1534 en la región de Trehuaco, en el actual sur de Chile, su vida y obra se inscriben en el contexto de la Guerra de Arauco, un conflicto que se prolongó por más de tres siglos y que marcó profundamente la historia y la identidad del pueblo mapuche y de Chile.
Desde niño, Lautaro fue capturado por las fuerzas españolas de Pedro de Valdivia en 1546 y llevado como yanacona, sirviente personal del conquistador. Durante casi seis años, vivió en cautiverio, donde aprendió a montar a caballo y observó las tácticas militares españolas, habilidades que luego transformarían la resistencia mapuche. Como señala el historiador Gabriel Guarda, “Lautaro fue el primer indígena que entendió la guerra moderna en América, adaptando la caballería y la infantería española a su propio modo de lucha” (Guarda, 1980, p. 142).
En 1552, Lautaro escapó y se reintegró a su pueblo, donde fue elegido toqui (líder militar supremo) en 1553. Su liderazgo fue decisivo para transformar la resistencia mapuche, que hasta entonces se caracterizaba por combates dispersos y poco coordinados. Lautaro organizó a sus guerreros en unidades tácticas, introdujo el uso sistemático de la caballería y combinó la tradición guerrera mapuche con las técnicas aprendidas de los españoles, creando una forma de guerra híbrida que prolongó la resistencia durante décadas (Alberti et al., 2023).
El pueblo mapuche no constituía un estado centralizado, sino una compleja red de unidades sociales autónomas y federadas. La base fundamental era el lof, unidad social y territorial compuesta por familias extensas que habitaban una o varias rucas (casas). Varios lof se agrupaban en rehue y estos a su vez formaban unidades mayores llamadas aillarehue. Finalmente, varios aillarehue conformaban el fütanmapu, la identidad territorial más amplia de los mapuche (Siqueira Filho, 2007, pp. 19-25; Bustos, 2015).
Esta estructura federada permitía una autonomía considerable a cada comunidad, pero también la coordinación en tiempos de conflicto a través de consejos y asambleas donde los lonkos (jefes) tomaban decisiones consensuadas para la guerra y la justicia. Como explica la antropóloga Ana María Brevis, “aunque no existía un poder centralizado, la organización social mapuche funcionaba mediante una democracia participativa en la que el consenso y la autonomía coexistían” (Brevis, 2019, p. 54).
La familia era matrilineal en transición hacia un sistema patriarcal, con predominio de matrimonios monogámicos salvo entre caciques y ricos, quienes podían sostener poligamia. La mujer tenía un rol fundamental en la economía y la cultura, aunque estaba subordinada al hombre en la estructura social (Siqueira Filho, 2007, p. 14).
Esta organización social flexible y descentralizada fue clave para la resistencia prolongada frente a la conquista española, pues permitía dispersión y concentración de fuerzas según las necesidades, dificultando la dominación colonial (Boccara, 2007).
Lautaro, tras su cautiverio y aprendizaje en el ejército español, aplicó una revolución táctica en la guerra mapuche. Enseñó a montar a caballo a sus guerreros, creando escuadrones de caballería que igualaban la movilidad española, y promovió la disciplina y la organización en unidades tácticas (Novión Boisier, 2015).
Además, implementó un sistema de inteligencia y contrainteligencia que involucraba a toda la comunidad: mujeres, niños y ancianos participaban en el espionaje y en la transmisión de señales codificadas, como el movimiento de ramas y el toque de corneta para coordinar ataques (Pueblos Originarios, s.f.; Novión Boisier, 2015). Estas tácticas evidencian un alto grado de sofisticación y adaptación cultural.
Las batallas de Tucapel (1553) y Marigüeñu (1554) ejemplifican estas innovaciones, donde Lautaro logró derrotar a las fuerzas coloniales y destruir fortalezas españolas, demostrando que la resistencia mapuche podía desafiar el dominio europeo (Memoria Chilena, 2011).
La resistencia mapuche enfrentó múltiples desafíos: epidemias europeas, conflictos internos y atomización política que dificultó la unidad total. Lautaro tuvo que lidiar con rivalidades y desconfianzas entre distintos grupos, lo que facilitó la emboscada que acabó con su vida en 1557, en el cerro Chiripilco, cerca del río Mataquito, en el actual Curicó. Francisco de Villagra lideró el ataque sorpresa. Lautaro murió atravesado por una lanza mientras defendía su campamento; su cuerpo fue desmembrado y su cabeza exhibida en la Plaza de Armas de Santiago como advertencia (Brevis, 2019; Guarda, 1980).
Este sitio se ha convertido en un símbolo vivo de la memoria y resistencia mapuche. La historiadora y líder mapuche Elisa Loncón afirma que “la memoria de Lautaro y su muerte en Chiripilco es un referente fundamental para la identidad mapuche contemporánea, un símbolo de resistencia y dignidad que atraviesa generaciones” (Loncón, 2018, p. 112).
Lautaro no solo fue un estratega militar, sino también un símbolo cultural y político. Su figura fue inmortalizada en La Araucana (1569–1589), el poema épico de Alonso de Ercilla, que, aunque escrito desde la perspectiva española, reconoce la valentía y el genio estratégico de Lautaro. Estudios recientes destacan cómo esta obra contribuyó a construir una imagen ambivalente del líder mapuche, a la vez enemigo formidable y héroe noble (Novión Boisier, 2015).
La Guerra de Arauco representa una de las resistencias indígenas más prolongadas y exitosas en la historia colonial americana. Gracias a líderes como Lautaro, los mapuches mantuvieron su autonomía territorial y cultural durante siglos, resistiendo no solo la conquista española sino también posteriores intentos de dominación estatal (Dillehay, 2016).
En la actualidad, Lautaro es un referente de identidad y lucha para el pueblo mapuche y para los movimientos indígenas en América Latina. Su historia es un testimonio de la capacidad de los pueblos originarios para adaptarse, resistir y preservar su cultura frente a la colonización y la opresión.